domingo, 4 de enero de 2015

ESPACIOS DESTERRADOS. Enero. Campo de “futbol” en la calle Moncayo / Pedro Arbués



      Tras una aproximación a la lógica de las experiencias cotidianas con Espacios habitados surge una preocupación ante la creciente percepción de la acera como un lugar a evitar, destinado a los parias y demás escoria con la que alguien de bien no debe juntarse. La ciudad, salvo determinadas excepciones enfocadas a un sector concreto, se descompone en un circuito de islas privadas pobladas por morenos cuerpos de gimnasio que abandonan la calle y luego la criminalizan. Estén revestidos con camisa de cuadros, gorra plana o cárdigan.


   Así, Espacios desterrados aparece como una reivindicación de todas esas zonas de la ciudad a las que se les ha sustraído su encanto en la medida en que no encajan con la ‘ciudad marca europea’ y que, sin embargo, atesoran cientos de relatos y aventuras por trazar sin que se necesite para ello de grandes eventos, movimientos especuladores o intervenciones de arte redentoras. Basta con pasear e imaginar.


   Asimismo, desde aquí invitamos a participar en este proyecto a toda aquella y aquel que quiera aportar sus propias narraciones, experiencias, apreciaciones… Para ello basta con ponerse en contacto en los comentarios o mandando un mail a 547b3.zgz@gmail.com




Campo de “futbol” en la calle Moncayo / Pedro Arbués

Nota: Salvo que se indique lo contrario, fotografías tomadas con un viejo teléfono roto encontrado por la calle. En ningún momento se busca una imagen ideal y cuidada, esto no es un anuncio.




   Resulta increíble observar cómo los espacios a los que se les ha dado por muertos se resisten a desaparecer del todo. Las pocas veces que llegaba vagando por casualidad a esta pista deportiva siempre me sorprendía que en sus condiciones siguiera respirando. Su localización se abre como una gran herida de guerra sin supurar en mitad de una zona que no la quiere; de alguna manera, dar con ella significa hurgar en la piel de una calle que le da la espalda. Allí espera, rodeada por unos apartamentos residenciales con su propia zona de juegos privada y taponada por unos hoteles que se lamentan del abandono de la estación de El Portillo, las nuevas instalaciones de alrededor no hablan su mismo lenguaje.


  Mientras vuelvo del centro decido desviarme un poco, no tengo prisa, y, a pesar de que la luz comienza a declinar, me paro a contemplar las pintadas sucias, los chavales rebeldes que juegan con una pelota en un campo de futbol de porterías oxidadas, a baloncesto con una canasta sin aro, el musulmán rezando arrodillado en una esquina. De una manera u otra, en esa abertura de las profundidades de la tierra, siempre hay algo o alguien peculiar que te sorprende, aprovechando lo que para los demás no tiene valor. Pero esta vez no es así, lo dicho se vuelve irónicamente contra mí misma. El campo sí que ha sido aprovechado… de la única manera que el cielo abierto puede ser aprovechable para el buen ciudadano. Se ha convertido en un aparcamiento. Mi tristeza, se refleja en el edificio esquinero, perplejo, su luz, sus ojos, queman la imagen y la desgarran.











  Corro a casa y busco rápidamente algún dato que me indique que no estoy tan loca, que no fue siempre así. Lo encuentro.








   Entiendo la soledad de ese lugar cuando las aplicaciones online son la única manera de verificar el recuerdo. A quién más le importa. Me niego a capitular, puede que el parking se deba a que es fin de semana, me digo, iré otro día temprano.



  Un par de semanas después vuelvo al lugar, esta vez accediendo por la calle Vicente Verdusán. Cual hechizo mágico, intento transformar el estilo de residencial playero que parece indiferente a los devenires del barrio








en otro tipo de arquitectura que me llene de esperanzas para encontrar aquello que busco. Comienzo el ritual desde unos pasos más atrás, desde Navas de Tolosa, dándome carrerilla y enfocando el objetivo.








  Con la mente puesta en retornar a ese campo que subsanaba su abandono con su carácter peculiar, transformo el espacio en un viaje temporal. 


  Me muevo por unos túneles distópicos, peligrosos, en cualquier momento, si desvío la mirada, si dudo, puedo ser atacada por alguno de los secuaces y ser apresada en el pozo del conformismo para siempre. Noto que ciertos propietarios me miran suspicazmente, los abuelos de los bancos se entretienen, con ellos nunca se sabe para quién estarán trabajando realmente.










  Me apresuro y tomo un atajo en el laberinto de zonas verdes creadas para el recreo de sólo unos afortunados mientras se permite que se degraden las zonas colindantes. Estoy muy cerca de la meta. Vislumbro la realización de los malos augurios.










  No puede ser, lo han vuelto a hacer. Si no hay nada para demoler y reedificar entonces lo convierten en aparcamiento. Cedemos nuestro aire a superficies metálicas que funcionan como herramientas en el progreso de la pesadilla de una ciudad encerrada por calles vacías, espacios verdes en desuso y verjas. 









  Sigo negándome a ello y doy una vuelta por los alrededores. Si mi magia no funciona al menos que lo haga mi imaginación. Las fachadas de los hoteles del perímetro son preciosas pero no me interesa su interior. Mis fuerzas se agotan ante la aridez de los aledaños a la antigua estación, una mezcla esquizofrénica entre el futuro milimetrado y la estepa salvaje.










  Y entonces mi corazón vuelve a ser apuñalado. Otro aparcamiento, otra recalificación del suelo. Esta vez me dicen que me lo merezco, que las tapias lo protegen de juicios externos como el mío, si lo presencio es mi culpa. Así es Escoriaza y Fabro, tan abierta y desprotegida ante miradas extrañas que se ha acostumbrado a la invisibilidad impune, su lujo es cruel.








  Camino a casa con la cabeza gacha, callejeo por Blanca de Navarra, no quiero toparme con mucha gente. Entonces me encuentro vallado otro trocito más de la ciudad, coqueto, delicado. En venta. Creía que ‘espacios desterrados’ tenía un significado diferente, no que me hubieran desterrado a mí.









Sandra, Zaragoza, 2014-2015

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