domingo, 9 de junio de 2013

ESPACIOS HABITADOS. Junio. –Entre tantas otras, una tetralogía posible sobre el exceso–


Un sentimiento insoportable, incapaz de convivir con la domada coti-
 dianidad y sus silenciamientos, clava contra la pared los poros de
 una segunda, centésima piel, planteando peligrosas e indecentes
  respuestas sólo capaces de soportarse amplificando exponencial-
mente ese sentimiento mortal, aupando lo permisible más le-
 jos del más allá del límite, allí donde apreciar lo antes
  insufrible como punto estadístico, mera anécdota habita-
ble dentro de un régimen actual mayúsculo, mantenido 
 a base de repeticiones compulsivas que no necesitan 
ya ampliarse sino mantener la intensidad dentro 
de un circuito de flexiones sin resistencia sus-
pendidas por el viento en el ojo del huracán, 
sugiriendo al sediento ante una fuente en la 
que el agua brota impúdicamente hasta perder-
se por una rejilla, que cave un pozo más 
profundo, todavía más profundo, la tierra 
no está seca y el quemado necesita sol;
 y la herida un filo; otro cuerpo vivo 
para quien no puede con el suyo, hecho 
de un material ajeno pero que torna 
más de lo mismo, uniforme para 
parar el aire y poder portar
 su desmesura a pesar 
del peligro
de  
¡cra
Agujero relleno en el todo Único punto en la nada
ack! 
la
estabilización
 o normalización en 
esa superficie del espejo
 en la cual no hay imagen, ya
sustraída y excedida, sino vómito 
amargo en el que la nostalgia se en-
cuentra en otro lugar, puede que deglu-
tida, no lo sé; roto el eterno retorno de 
la digestión permanece la pesadez del hartazgo
 no confundida con el parón de la pereza, pues no
 redimensiona el tiempo sino un espacio con puentes
 quemados, aquellos que fueron hogar y el hogar aque-
llos, redireccionanando los pasos, evitando así los 
espacios-cuerpo y sus anatomías ante la generación de 
cárceles encerradas entre sí, previniéndose unas de otras,

 “si vuelves te atraparán”, “si me evitas vivirás en la cuerda floja
 de los malabarismos, cada vez con menos opciones, más preso”; 

aunque esta última afirmación 
sepa que todavía queda mucho territorio para 
huir y, al menos de momento, tiene la batalla perdida
 de la misma manera que estas líneas estertoras de un segundo tramo
 que deja de ser el suyo al cuestionarse si únicamente
 explica lo presente o pertenece a este mundo; 
 miedo a reventar al situarse en ese borde 
donde el agua se empuja a sí misma al 
intentar escapar de la caída.

 
Sandra Martinez, Zaragoza, Junio 2013


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