Ahora que ya eres mayor, puedo decirte una cosa.
Realmente no te enteraste así. Quieres creer que la metáfora sobre el trío de reales divinidades lo descubriste por ti misma, que no te lo contó nadie. A pesar de esta pequeña diferencia, el resultado fue el mismo: ya nada volvió a ser igual. No podías mirar bajo el árbol y fingir indiferencia. No podías ir a la cabalgata del día 5 o leer folletos de juguetes sin torcer el gesto.
Digamos que esto es algo parecido. Ya sabías que había algo, que siempre siempre hay algo. Todos los escenarios tienen algo escondido detrás del telón. Todos los actores esconden tras su personaje otro tipo de realidad.
En tu condición de novata hay cosas que no se ven. Digamos que la falta de experiencia otorga dioptrías de las que no te desharás a no ser que alguien te cuente la verdad o la descubras por ti misma. Es decir, como pasó con la noche de reyes.
Resulta que ese señor de traje y ese otro no se pueden ni ver. Resulta que un día, resulta que un año, resulta qué. Y cuando promocionaron a Fulano, Mengano hizo vudú y luego vino un tercero y nada de lo dicho es cierto. De prometer al meter. Aquí paz y después gloria. Dios dijo hermanos pero no primos. Dos no discuten si uno no quiere.
Te quedas con la boca abierta. Yo esto no lo sabía. Cómo lo ibas a saber, si eres una pimpina. Ya, pero no me lo imaginaba.
Pues si tú supieras… La chica de la falda, la que baja. Pues esa. Dos veces. Eso dicen, yo no lo tengo tan claro. Baaahh, seguro que si, el de abajo lo vio. Cómo lo va a ver.
He oído decir, fíjate lo que te digo, qué.
Ahora, cada vez que pasan Fulano y Mengano haces como cuando viste El Sexto Sentido por segunda vez. Y te das cuenta. Coño, es verdad, no se miran. Luego baja la chica de la falda. Y se cruza con. Vuelves a mirar, de reojo. ¿Será verdad? No lo parece. Vete a saber, te dices. No te puedes creer ni la mitad. Tú, que habías pensado que no había nada más allá de lo que se ve, y eso que eres de las personas que sabe que SIEMPRE hay algo detrás.
Durante unos días estarás con la mosca tras la oreja, tanteando aquí y allá, a ver qué pasa, quién mira a quién, quién habla qué. Hasta que se te pase. Total, no merece la pena. Las comidillas no son sólo cosas de patio de vecinas, también lo son de mesas y despachos. Aunque la mitad sean probablemente dudosas.
Es la parte humana y cruel de las sociedades, sean de la naturaleza que sean. A veces, cuando te levantas al baño y la chica del fondo te mira, piensas ¿y qué pensarán de mí? ¿Qué se dirá el día que me vaya?
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