Chaná chaná chananananáááááá. No. Siguen sin gustarte las gaviotas. Y no, no has decidido meterte donde no te llaman. Estás metida donde no te ha quedado otro remedio.
Mamá, este otoño he pensado que me voy a afiliar al PP. No vamos a entrar en reacciones.
El caso es que, lo mires por donde lo mires, ha sido un mes realmente cojonudo. El PP, a veces, es una pasada. Vale sí, hay otras cosas que han ayudado, pero chsst, que eso no le importa a nadie. Coges un bolígrafo y haces memoria a ver a ver, qué he hecho yo de interesante últimamente. Para empezar, hacer y deshacer maletas, que suele ser un ejercicio que tonifica todos los músculos del cuerpo y alguno del alma; gastas agua, detergente, tiempo, paciencia y energía. Aprovechas para discutir con alguien y más o menos (pero solo más o menos) mantiene la mente ocupada.
Por lo demás, has maquillado el currículum, el portfolio y has desarrollado la inútil, banal y pútrida actividad de imaginarte ejerciendo el trabajo de tus sueños. O lo que es más inútil, banal y pútrido: te has imaginado haciendo todas esas cosas que el trabajo te permitiría hacer. Lo bueno del PP es que te deja pensar. Alabado sea el pensamiento, que muchas veces no sirve más que para fastidiarla.
Te pasó una cosa que podríamos llamar graciosa. Sonó el teléfono y una voz muy amable al otro lado te dijo que te llamaban de esa empresa X a la que mandaste el currículum, que quieren conocerte. Y allá que vas, como Madonna, touched like the first time. Todo muy correcto y muy ético, el protocolo ya nos lo conocemos. Lo malo es que después de un tiempo cómo decirlo, mm, acomodada, se te había olvidado algo.
¿Sabes qué pasa? Que estamos buscando a alguien un poco más mayor, tú solo tienes veintiséis.
Alto ahí, chaval. A día de hoy (agosto de 2012), sólo son veinticuatro.
Ya, bueno, pero claro, eres muy joven…
Bueno, es que eso sólo se soluciona de una manera. Llámame dentro de cinco años. Tendré cinco más que ahora, pero a lo mejor no estoy dispuesta a dejarlo todo para hacerte caso a ti.
(Silencio) Bueno, supongo que aunque tienes poca experiencia lo que sí que tienes son ganas no, ¿no?
Ahí te callas y cedes. Vale, sí, tienes ganas. Ganas de hacer millones de cosas que “el trabajo de tu vida” (o cualquiera) te permitirán hacer. Detestas esa piedra en el zapato, la piedra de la edad. La has detestado siempre y siempre te acompañará, cada uno con su lastre. Dicen que las cosas están duras, que el que paga se ha vuelto más exigente. ¿Significa eso que tú no tienes que serlo? Llevas unas semanas dándole vueltas a ese tema. Una cosa es que haya poco donde elegir y otra muy diferente que vayas a vender tu trasero al primero que te silbe. Vamos, mujer, que nunca has sido una chica fácil, no te hagas esto ahora.
No tiene nada que ver con haberse afiliado al Puto Paro.
Natalia Pérez Cameo, Zaragoza, Septiembre 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario