“-Cómprame
de este hielo, que es el mejor-el esquimal miró al mercader con recelo y volvió
la mirada a su iglú.
-Pero si
ya tengo mucho-replicó. Todo era hielo a su alrededor- ¿Para qué quiero más?
-Cierto,
ya tienes mucho, pero no tienes de ESTE. ¿No lo ves? Mira bien, huélelo. Es más
blanco y está más frío.
-Pero es
más caro…-insistió el esquimal.
-¡Vamos
hombre! ¡Tienes que mirar más allá! Piensa en el beneficio, piensa en que todos
tus vecinos te admirarán por ello. ¡Qué manía tenéis los esquimales con el
dinero! El que algo quiere, algo le cuesta. Y no es para tanto. Si puede
permitirte un iglú con chimenea, esto también. Hay que marcar la diferencia.
El
esquimal dudó un momento. El mercader había insistido mucho en sus bondades
como comerciante, en la calidad de su nuevo producto, en lo bien que le
sentaría. Era cierto que tenía un iglú con chimenea, pero aquello había sido
una gran inversión y le proporcionaba calidad de vida a su familia. No era un
esquimal derrochador.
Obediente,
le compró el hielo al mercader.
Después
de todo, le había puesto muchos ejemplos de éxito y también quería eso. Éxito”
Después de leer esta historia, no sabes cómo
terminarla. ¿Arderá el hielo cuando ponga la calefacción? ¿Será en efecto
cierto que era mejor que el hielo que ya tenía?
Hay varios tipos de mercaderes, que
básicamente se resumen en dos. El mercader comercial, que en vez de clientes ve
símbolos de dólar, y el mercader artesano, que en vez de hielo ve criaturas
mágicas fruto de su esfuerzo.
Existe un modelo de negocio actual por el que
el segundo tipo de mercader sólo es un obrero (y ya es un piropo) y al primero
se le llama visionario. Éste, a su vez, tiene un arma poderosa guardada bajo el
cinturón, al resguardo de la entrepierna, sudada y sobada: el Elitismo.
Personalmente te desagrada el término, te da
ascazo, náuseas, te sale urticaria, te quita el sueño.
A ver, señores, una cosa es segmentar el
mercado y otra ser elitista. O eso te enseñaron a ti. Ser práctico y tener un
objetivo no es ser elitista.
Encontrar un nicho de mercado no significa que tengas que escudarte en la
élite. La élite no justifica la prostitución del diseño.
O a lo mejor el problema vuelve a ser tuyo y
te equivocaste de profesión. Si quieres que te tomen en serio, tienes que
incluir manzanas en el menú, al parecer.
Si no, es que no es para tanto.
“No se pudo convencer al cliente de que la app
costaba 2,5€ hasta que no supo que aparecería su nombre. Entonces le encantó”.
Guay. Pues vale. Te lo compro, a nadie le amarga un dulce. Pero si quieres
captar al cliente de tu cliente (media de edad, 55 años; conocimientos de app:
nulos), ¿cómo lo haces? Porque primero tienes que convencerle de que tiene que
gastarse unos 600 en poder acceder a tu producto.
“Ahí
está a gracia, en ser elitista”.
Y entonces es cuando se genera una subespecie
humana tan elitista tan elitista, que después de pulsar un botón genérico de
ON, pregunta:
¿Alguien
sabe usar un pecé?
Y no solo tú pensarías, además de puta, pon la cama.
Natalia Pérez Cameo, Zaragoza, Febrero 2013
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