Las siguientes líneas vienen a
corregir cierta tesis del texto Las
grietas del refugio en las grietas al
señalar cómo de hecho sí que existe un espacio en la ciudad donde se visibiliza
la cuestión del movimiento hacia el refugio: La azotea.
No obstante, no nos responsabilizamos
de las opiniones vertidas en el texto, de sus insinuaciones sobre en qué consiste
el refugio en una ciudad y su relación con el día a día.
Esa
azotea, y la otra, se erigen como puntos críticos y únicos de la ciudad, a
menudo prohibidos, en un estado de ingravidez excepcional sólo sostenido por el
vértigo de la inmediatez del golpe contra el suelo, el proceso de ceguera de la
ciudad (***)
que conduce a una superioridad frustrada y nos arroja a una cotidianidad semejante al cerebro escachado contra la acera,
(*) dirección
constantemente omitida pues va contra las reglas del paisaje urbano, provocando
que incluso los superhéroes carezcan de esa función, contentándose con el
eterno proceso de ascensión sisifea de unos King Kong, Spiderman u Hombre Mosca
curiosamente superiores debido a su animalidad, como si la ciudad guardara su
secreto bajo el temor de lo salvaje, camuflando todo descenso bajo el parque de
atracciones, A.K.A. naturaleza controlada –torre
de caída, puenting…– sin que ello
acarree un cambio de perspectiva drástico
(**)
frente a la casa unifamiliar de la posmetrópolis angelina en la que el propio
terreno obliga a estar por encima del
resto y, por eso mismo, a no tener literalmente nunca a nadie debajo,
permitiendo identificar al resto de vecinos con el privilegiado ojo del
prismático, ese poder de visión es ficticio en una ciudad moderna demasiado
mezclada, en la que la misma estructura impide ver al vecino de, literalmente,
debajo e incluso al de al lado,
(***) (****) omitiéndose aquello que no había podido
comprender en el anterior artículo, tachándolo de fallo arquitectónico de la
urbe, incapaz de atisbar ese espacio entre los dos puntos, creyendo a estos
separados por el simple paso que realizo cada día con el desgarrador esfuerzo
de lo infinitesimal
(****), movimiento que se ejerce automáticamente, sin notar
que el propio cuerpo cumpla ningún papel en este proceso, esperando despertar
gracias a el Gran Golpe… y la cabeza,
sólo sabiéndose viva ella; frenética al desconocer si lucha en contra o
facilita el impulso de la inercia, necesitada de golpearse el entumecimiento
sin que allí haya nada más que el incierto aire, el mal polvo,
Sandra Martinez, Zaragoza, Mayo 2013
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