lunes, 23 de diciembre de 2013

ESPACIOS HABITADOS. Diciembre. Cambio de hora mientras vuelvo a casa.


El reflejo del neón en la acera para seguir el camino, en mis pasos, la tonadilla del revival ochentero y los labios que suspiran por recuperar algo de la guerra que perdimos, el día, o la noche, en que la hora se escapa de sí misma, exhibiendo a aquellas que no pueden todavía descansar, su radical mentira, el carácter caprichoso que unas veces nos aleja y otras nos acerca a las móviles fronteras entre pasado y presente, dirigiendo mi vuelta a casa por la misma calle de siempre, transformada irreversiblemente al recordar un sentimiento asociado a ella, desprendido de mi piel como un presente pasado que se sentía distópico y, por ello, se auto-expulsaba a un futuro en el que ahora me encuentro y que desea ese pasado con la melancolía de lo ideal, produciendo una tensión, un horizonte o puente temporal que se debate entre si se ha ganado o se ha perdido la hora, si en el mismo desfase aparece ese amor que sólo puede darse caminando en la distancia de lo paralelo, o si suena un viejo tema nunca oído al que solamente puedo aportar unas lágrimas incapaces de alcanzar su recompensa, las lágrimas de felicidad de quien imaginó que lo escucharía en su época y me sugiere que el tiempo, hoy, la distancia entre dos lágrimas, vuelve por el mismo camino cuando todo ha cambiado.


Sandra Martínez, Zaragoza, Diciembre 2013





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