Piensas en ideas brillantes que
tan solo los sueños te podían ofrecer. Como ya habías escrito antes en otra
parte en el mismo lugar. Duraba un parpadeo a ritmo de fotogramas. Películas
que te habían contado, trabajado duro y reafirmado en ti. Trazabas una línea
que pensabas que había que seguir.
Estabas perdido en un lugar en tu
mente.
Colecciona tus tachones en
libretas revueltas.
Un ir y venir que no llega a
ninguna parte.
Pensabas en otras cosas,
aspirabas y soñabas. Tantas veces te habían repetido que había que ser el mejor
que casi no sabías pensar otra cosa. Un monótono tema del venir que no llevaba
a ninguna parte. Pensabas que pensabas.
Ahora sonríes.
A ratos escribes en papeles que
nadie lee.
Tratando de romperte entre el
valor de la cabeza de un gato. Definiendo lo parcial para perderte en lo
imparcial. Encuentras cosas para recrearte en lo que los otros ven como estar fuera del camino. Hallar el valor de la
vida en la sonrisa callada cuando todos hablan de caídas pero nadie te dice que
puedes levantarte.
Como tostadas untadas en
mermelada en tu almuerzo, de repente paras de enloquecer para mirar hacia la
cordura con un poco de nostalgia.
Cometes una estupidez, sabiendo
que lo es.
Seguir adelante con paso firme,
sabes que alguien ya lo ha dicho antes. Aprendiendo de tu error al hacerlo tuyo.
Los demás no te dirán que lo hagas, nadie te dirá que te escuches. Todos
pedirán que escuches lo que te dicen, no leas lo que te escriben, no dejes que
mis negativas sean las tuyas.
A veces debes preferir los
moratones a las rodilleras, señales de valor y no de seguridad.
Ahora sonríes.
Cierras los ojos para escuchar la
música que suena y no leer.
Ese ruido del que habla el
silencio, mientras te echan para abajo unas ideas que intentas hacer tuyas a
base de no pocas negaciones. Vuelves a negarte a rendirte. Actuando con la
testarudez de la juventud para encontrar la perspectiva de la experiencia.
Un error, otra lección.
Vives con la causa que es tuya,
que te deja a los resultados de las leyes de tu vida. No ser un valiente pero
no un temeroso. Alguien que va haciendo su vida en los lugares que visitas
entre guiños. Parando a disfrutar cuando encuentras algo que da miedo.
Transformándote al escribirte en tus notas.
Ahora caminas.
Siempre tropiezas.
Sabes que no hay que saber lo que
te habían enseñado. No olvidas sino aprender a no saber nada. Miras hacía la
cordura para volver a la locura de luchar. Siempre un poco más. Otra vez más.
Leyendo entre líneas, para
encontrarte escribiendo tu discurso.
Gabriel Jiménez Andreu, En ruta, 2012
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