Hay que tener amigos hasta en el infierno. De hecho, cada dos meses te vas de copas con Lucifer, a tantear el terreno, sólo por precaución. Hasta la fecha, te ha pasado en tus propias carnes sólo una vez, pero fue de provecho. Quizá tu telaraña sea pequeña o no seas buena tejedora. El caso es que, sin embargo, no se te da demasiado mal lo de enlazar una red con otra.
El 80% de las cosas de este mundo se consiguen por el boca-oído. El otro 20%, por el boca a boca. O quizá al revés. Ya lo pensarás esta noche.
El tema es que a pesar de que tú no sabes dejarte ayudar, ya sabes, yo si quiero algo me lo consigo yo, manchándome las manos con toda la mierda que pueda, no puedes evitar pensar en el resto de la gente como un corderito desvalido. O qué coño, lo que pasa es que te gustaría que alguien hubiera pensado también en ti en una situación semejante.
Así que te ha vuelto a suceder. Y van cuatro. Alguien se acerca, discretamente, en la oficina. Oye, dice, tú… ¿conoces a alguien que estuviera interesado en estar aquí?
Mira majo, yo conozco mucha gente. Lo que cada uno esté dispuesto a interesarse ya no lo tengo tan claro. Pero eso no se contesta, por supuesto. Opción A: tú tienes muchos amigos, muchísimos amigos en el paro. Opción B: tener amigos mola, pero tenerlos a TODOS en el paro, tampoco tanto… Mejor buscas algo intermedio. Frunces el ceño. Así, muy bien. Un poco más.
Pues… tengo un amigo que… o quizá sean dos…
Es que prefiero que sea alguien conocido…
Aquí pasan otras dos cosas (siempre pasan dos cosas a la vez, cara y cruz, vayas donde vayas), una, que lo que te gustaría es que fuera a ti a quien le ofrezcan esto (lo que te aplana un poco); y dos, que te sienta tan bien que te tengan esa consideración, que creces ocho centímetros de golpe. Y lo demás no importa.
Una vez sucedió, cuando ni siquiera eras una larva, que alguien te llamó a un despacho, te hizo cerrar la puerta, siéntate por favor, y cuando ya sudabas tinta, te dijo estoy pensando en contratar a un diseñador profesional, no como tú.
En toda la boca, así sin anestesia ni nada. Aquel día un pequeño resorte en tu cabeza se cambió y algún circuito eléctrico se te fundió. Ahí murió un poco más la larva que ahí en ti.
La conexión eléctrica que une a las personas tiene el peligroso factor de que puede ser que una descarga también acabe socarrando tu sistema. Esto es, recomendar a alguien que no da la talla y que pierdas cien puntos. No te ha pasado, sabes que no pasará. Después de todo, de la puerta del despacho para fuera la relación que te une con la gente no tiene nada que ver con lo que sucede dentro. La profesionalidad no está reñida ni con la simpatía ni con la amistad, pero dentro del círculo todo el mundo está solo.
Puedes ponerle la primera piedra a alguien y que acabe construyéndose una casa mejor que la tuya, o también puede pasarle que acabe sucumbiendo y regrese debajo del puente. Eso ya no será responsabilidad tuya.
Por el momento quieres pensar que estás manteniendo el equilibrio del universo, ese universo lleno de telas de araña pobladas de peligrosas tarántulas para las que sólo eres un diminuto mosquito, fresco, jugoso, vulnerable.
Natalia Pérez Cameo, Zaragoza, Abril 2012
Muy muy interesante :) Quizá alguien pueda pensar que tener amigos hasta en el infierno puede tener un transfondo un poco egoista ("por lo que pueda pasar"), lo único que tengo claro es que a la hora de la verdad no solo es muy práctico, sino también necesario. Saludos y seguir así! Ana.
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