miércoles, 25 de julio de 2012

EL MITO DE MARIANTONIETA


Zas en toda la boca. Bazinga, en versión original. Tienes la sensibilidad de un hacha desafilada. Tú no tienes tacto, nunca lo has tenido (¿para qué?¿para adornar con florituras las verdades y convertirlas en mentiras?), pero a todo hay quien gana.

Tu puesto de trabajo se pasea de despacho en despacho, lacito incluido, gritando estoy aquí, dame un abrazo. Pero abrazar está muy mal visto hoy en día. Se contagia la gripe aviar, la oligofrenia y el cáncer de próstata. A saber. Las secretarias de cada despacho, un saludo a todas ellas, no todas son iguales, son las que lo van cambiando de mesa, metiendo la mierda bajo la alfombra, el muerto en otro jardín. Dices tú, que alguien lo verá. Tu puesto de trabajo. La imprescindibilidad de lo innecesario.

Como complemento del verano, accesorio del finiquito, te has comprado una sonrisa y has descargado un politono que quiere parecerse a una carcajada, lo has instalado en tu cabeza y cuando alguien dice algo gracioso, puedes sonreír y reírte como si no pasara nada. Luego puedes toser discretamente, cofcof, y preguntar con toda la educación de colegio de monjas (eso dice tu abuela, que sabe de sobras que no fuiste a un colegio de monjas), qué está pasando.

Ah, no sé. ¿Y cuándo sabrás algo? Pues no lo sé, la verdad, ¿qué le da un árbol a un hongo? ¡sombra!

Ohdiosmiodiosmioporquemehasabandonado. Y un día se abren los cielos. Qué jodido lo tenemos en las semifinales, de aquí no pasamos, que no están malacostumbrando; por cierto, a lo mejor estoy de vacaciones cuando te vayas, no lo sé.

Ah, ¿qué es lo que no sabes? ¿Si estarás de vacaciones o si me voy?

No sé si estaré de vacaciones. Que te vas ya lo sé.

Se hizo el silencio. Ese silencio espeso y opaco, que tienes que cortar con un cuchillo jamonero. Ese silencio que te hace pensar dialgunatonteriaquenoparezcaquequierescortarlelaspelotas. Mentalmente le cortas las pelotas, por supuesto, de un solo tajo y luego se las ofreces a una horda de caníbales hambrientos que usarán la sangre para pintar las paredes de sus casas el día del juicio final. Redoblan los tambores ¿o es tu mala leche desbocada? Ah, no, es el becario tragando saliva. Probablemente eres tan transparente en este momento que toda la oficina ha visto el rito satánico al que has sometido a las gónadas de tu interlocutor.

Para descargar tensiones, pulsas ON y sonríes. Lástima no llevar pintalabios. Te levantas, te vas al baño y allí, en ese templo mágico de la comunicación, se te revela otra verdad: toda la oficina sabe el día en que vas a volver al paro. Levantas la tapa del inodoro y piensas ¿quepo por aquí y así no tengo que volver a salir? Entonces te das cuenta que con el politono te descargaste kilo y medio más de dignidad, que estaba de oferta, y te la calzas como puedes, estirándola bien, que no queden arrugas. Sonreíd y saludad. ¿Cómo están ustedeeeeeeeeeeees?

Natalia Pérez Cameo, Zaragoza, Julio 2012




domingo, 8 de julio de 2012

ESPACIOS HABITADOS. Julio. Hasta Yagüe (túél y todos, y todas, sin ojos ya)

Lo que antes llamaba desierto ahora quiero, pretendo, que acuda, se recoja, ante el nombre de cicatriz; quizás mermando así la vida contenida entre la arena, cerrada now por postillas sin uñas liberadoras, sádicas, pero, al menos, con la capacidad de olvidar un mal absoluto, sin paliativos, sin dudas ni peros, ni Humano ni Religioso ni Estético; aquél que se intenta parar con la droga que le vi consumir y me traspasó, indiferente a sujetos o pronombres personales, pero siempre aislada, solipsista, intransferible en nuestra particular universalidad; esnifada, bebida, chupada, vista, tocada, fumada, oída, lamida, masticada, inyectada… en permutaciones dirigidas a unos órganos que expulsaron hace tiempo cualquiera de aquellos usos recreativos, ociosos, con mayor peso en relatos babosos que en una cotidianidad irreversible, erótica y mórbida, ante escrituras que jamás observaron el sonido de los pasos entrecortados que respiran, entre toses cada vez más débiles, sin pies, gritando los desplazamientos productores de regueros sin manchas desde que todo el aire es inhalado de, no hacia, pulmones indiferentes, sabedores de que un cuerpo zombie, el proletario y no el posmoderno, no necesita de sus servicios; ni de estas líneas, tampoco de tu sonrisa… ambas estamos a salvo pues lo único que devorará serán las partes vivas de su mundo, al no poder soportar que le señalen como a un Frankenstein cualquiera, al intuir que ha sido encerrado, sin voz para salir, en la prisión de la ficción, aquella brecha debajo de la multitud de ojos incapaces de expresar, o medicar, un sentido aceptable que no flote inútil sobre el agujero de la mirada sin espacio para preguntas como “¿qué es real?”, “¿quién es real?” o “¿quién soy yo?” ya que el balbuceo desgarra la misma lengua, sin la belleza de la metafísica locura, resistiendo únicamente lo indecible, la colección de “quién” reducidos a “qué”, siempre –probablemente– diferentes, tanto como los estados que se atraviesan a lo largo de un día continuamente comenzando, deseo de cama en el que estar a gusto con la ficción impuesta, pausa en la que encajan la depresión y la euforia, pero no nosotroas aunque sus palabras sean amables, tampoco nos interesa; reinicio sin esperanza ni conexión más allá de una horda acomunicativa, a la espera del tiro de gracia por parte de aquelloas que nos educaron en la salvación; quizás sus mismos cuerpos.


Sandra Martínez, Zaragoza, Julio 2012