En las películas fantásticas nos maravillamos de
aquellos pasadizos a los que únicamente podemos acceder bajo unas condiciones
específicas, convirtiendo el espacio en un lugar cambiante, lleno de secretos y
sorpresas. Y muchas veces no nos damos cuenta de que estos terrenos no quedan
relegados a la infancia o a los fines de semana sin nada más que hacer, también
los tenemos delante de nuestros ojos:
ESPACIOS DESTERRADOS PRESENTA:'PASADIZOS HACIA OTRA DIMENSIÓN'
Nota: Salvo que se indique lo contrario, fotografías tomadas con un viejo teléfono roto encontrado por la calle. En ningún momento se busca una imagen ideal y cuidada, esto no es un anuncio.
Como en todas las aventuras que nos introducen en
otro reino, los primeros pasos sugieren una normalidad absoluta, incluso
deprimente. Rodeando al pasadizo, por un lado queda una plaza destartalada, de
esas en las que sólo nos esperamos realismo social, bancos, perros, litronas,
cigarros, algún mural, el paso del tiempo sin que nada suceda. Por el otro, un
espacio de tránsito mientras pensamos en nuestras obligaciones, las compras,
sexo, poco más.
Y esto seguiría así para siempre si los astros lo
decidieran conveniente. Pero son caprichosos y, tarde o temprano, acaban por
señalarte el camino. Yo lo descubrí debido a las malas artes de un sol cegador
que me hizo mirarle para inmediatamente apartar la vista de él, generando un
rápido movimiento, un reflejo que me paralizó y me obligó a volver sobre mis
pasos.
Entonces me di cuenta. El amenazante hermetismo de
la plaza se abre lentamente, una gran hendidura deja entrar un edificio que no
le pertenece, cuya parte superior se dobla a modo de un acordeón que sonará bien
sólo si sabes presionar las teclas y los botones correctos. Cuando la melodía
continúe tocándose por sí sola lo habrás conseguido.
Sin embargo, una vez logremos descifrar los acertijos
del pasaje todavía nos queda otro desafío. ¿Qué podría ser sino un laberinto
que ponga a prueba nuestras habilidades de orientación, supervivencia e
inventiva? Cuidado con no perderse para siempre al quedar atrapado en una de
las trampas camufladas que siembran el camino.
Si somos lo suficientemente ingeniosas es posible
que accedamos a los secretos de alguna de las torres fortificadas, no sin antes
superar una retorcida escalera de caracol de la que tendremos que bajar a toda
prisa. Para ganar algo del escaso tiempo del que dispondremos la podríamos
transformar en una barra como si de
una estación de bomberos se tratase y así escapar de las garras de…
Pero esa ya es otra historia.
Sandra, Zaragoza, 2015