miércoles, 28 de marzo de 2012

Agotamiento

Darlo todo.

Se supone que ése es tu propósito, esforzarte al máximo, sacar eso que se supone que llevas dentro. Hoy estás cansada. Cansada de todo. Por algún mecanismo diabólico, las últimas semanas son una espiral de estrés y de prisas. Dices las últimas semanas pero en realidad no sabes si empezó ayer y lo que pasa es que se te ha hecho eterno.

La excusa es que como eres nueva, sólo tú te preocupas. A lo mejor es eso. Lo de tener mucha energía está muy bien, eso es indiscutible, pero, ya vale, ¿no? Es uno de ésos días donde pasarías de todo el mundo (la primavera, dices, que está jodida como todos los años) y lo mandarías todo a la mierda. Hoy no me levanto por más que me lo pidan. Pero te levantas. No te lo pide nadie, te lo pides tú.

Te levantas, te miras al espejo y dices “hoy no me tose nadie, ni siquiera yo”. Mentira. Dos horas después (u hora y media, o tres cuartos de minuto, eso da igual), vuelves a ser un trapo humano, en el término más rastrero de la expresión. A lo que llegas a tu silla, incómoda, rígida, matadora, todos los buenos propósitos del amanecer han desaparecido. Tienes un humor de perros, el ceño fruncido, un sueño tremendo y la espalda te está matando.

Eres incapaz de soltar una palabra amable, tú, el encanto personificado (o eso te dices cuando estás de buen humor), y mucho menos una sonrisa. Morderías. No, mientes, MUERDES. Y a cada segundo que pasa que tu mesa se llena de trabajo y la gente pasa y pasa, más te cabreas. ¿Y yo, por qué me doy tanto mal? El resto con su café, su almuerzo y su paz. Tú te pones la música, lo más duro que encuentras, y las horas pasan despacio despacio.
Has hecho tres listas de cosas que tienes que hacer: una global, otra de cosas que vas haciendo y otra de cosas que tienes pendientes. Una es cada vez más larga, otra cada vez más corta. Luego vas tachando y tachando, en varios colores y diversos grosores. Eso te da fuerza, fíjate que estupidez. Qué poquito hace falta para ser feliz: un bolígrafo rojo, un rotulador verde y un fluorescente naranja. Tú, para ser feliz, no quieres un camión.

Son las 17.56, te quedan 4 minutos sentada en tu incómoda silla. La lista ya está completa. Al menos, la de hoy. Hoy ya nadie te tose. ¿A costa de qué? De no haber sido capaz de esbozar una sonrisa en lo que llevas de día. Has comido sin emitir ningún sonido, si acaso a eso que has hecho hoy se le puede llamar comer. Te has tomado dos cafés y el que te has tomado en casa.

Sólo es lunes. Coges el bolígrafo rojo, el rotulador verde, el fluorescente naranja y el calendario de sobremesa. Ahora es el momento de tachar los días que te quedan para coger vacaciones la semana que viene. Hoy tienes diez años más, así de golpe, sin pensarlo.

Necesitas una buena colleja, o algo parecido. Eres nueva, pero eres humana. A veces se te olvida.

Natalia Pérez Cameo, Zaragoza, Marzo 2012



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