jueves, 27 de septiembre de 2012

ESPACIOS HABITADOS. Septiembre. La ruptura de los pasos de cebra entre la desilusión del ruido plano de las pisadas al margen de una calzada que parece continua

Si jurara que no fue mi primera vez la repetición sería imperdonable; allí prefiero la inocencia tonta a la esperanza del cambio, posiciones encontradas, acaso indiferenciables, en un mudar de pieles desdeñable en las próximas líneas obsesionadas con el brillo que produce la noche cerrada, pues el sol ya aparece, desde las farolas que se asoman a contemplar la calle más larga, prometiendo aceras lisas, escaleras mecánicas por pies arrítmicos con cuerpos entrecruzados de la misma manera que sus vahos destilados, irónicamente impuros, se mezclan bajo el humo tóxico de la carretera desierta, sin pasaporte, que no puede entrometerse en la siguiente historia de decepción; narración puente entre el último bar y el paseo hacia su casa, plataforma de mensajes cifrados en los que esperar palabras o roces salvíficos que electrificaran epidermis y justificaran mi existencia más allá de toda expresión con sentido, leyendo a la perfección los quejidos de un rostro suplicando cariño, alud frío y derretido, desahogo, comprensión a pesar de los diferentes lenguajes sin pegamento; rescatando del mero recuerdo al hermano mayor que nunca tuve, perfecto en todo lo imaginable, aquel que escapó corriendo por el campo sin labrar no volviendo a verle nunca más, ni siquiera en los momentos en que sentí su presencia, menos aún cuando el roce de una mirada presuntamente cómplice calla por la violencia de las manos y sus trucos de magia, desinteresadas de todo aquello que escape a su control en el ataque a unas murallas inexistentes segundos antes, que piden a la nada, empapadas sangre y ácido, la existencia de un dios capaz de señalar buenos y malos, permitiendo el decir adiós a aquelloas que me dañan, poder querer sin redes de seguridad, no confundiéndose la huida y el refugio en el mismo cuerpo traidor en sus auxilios, eterno en el tiempo, cobarde en su ausencia… aunque quizás no pasara por nuestra voluntad; todo inscrito en esa calle que tras nuestras sombras desaparecería una vez más para seguir viva.

Sandra Martínez, Zaragoza, Septiembre 2012




No hay comentarios:

Publicar un comentario