domingo, 10 de marzo de 2013

ESPACIOS HABITADOS. Marzo. Luces y fotogramas


¿Acaso ese camino cuyo mapa manchado de direcciones se encuentra desdibujado al tropezar con una franja temporal, subsumida al espacio, que se atreve a hacer estallar la luz en una miríada de colores en fuga de dos, de tres, de diez, de tres y un sexto, ante un cronómetro cruel que enterrará toda aventura a cambio de habladurías, falsos opuestos, noche y día, señalando el toque de queda –marcado todavía por extraño que parezca hoy en día, por un reloj incluso más caprichoso, el afinado por la parrilla televisiva–, aquella conversión drástica hacia otras reglas, hacia la Otra ciudad con sus refugios y sus peligros; ya se había pronunciado hace tiempo, ignorándolo por extranjero, sobre esa peculiar secuencia que enlaza un sentimiento de atracción tan potente que la extensión y la intensidad se confunden respecto del sentido habitual, provocando el gesto contrario al de, por ejemplo, “el amor”, esto es, en lugar de ver en todas partes a lo amado, de transformarlo en extensión, y, en su presencia, disfrutarlo en una intensidad que no necesita coordenadas, se mezclan los efectos dando lugar a la intensificación de todo ese espacio ausente, olvidando rellenarlo, y la espacialización de una aparición vista como puntos y desplazamientos; con otro de repulsión ferocísimo, cuya voracidad no tiene que ver con la imposibilidad de percibir sino con la creación de un campo de batalla en el cual extensión e intensidad son inseparables, allí donde bajo cada baldosa aguarda una mina; intrincados en un juego ajeno al vaivén de extremos o a dialécticas positivas y negativas, sucediéndose bajo la lógica de unos fotogramas no sometidos a ningún bucle en tanto, imparables e independientes, se desligan de las imágenes y la narración, produciendo un extra que no puede remitir ni a una superación ni a un origen, impidiendo así todo fin en favor de misteriosas desapariciones, en las que la muerte no tiene mayor peso que el aburrimiento o la distracción, revividas cuando el eterno retorno torna desafío irónico impotente  pero obstinado en la duda de si su trabajo, entendido como repetición, será mera futilidad, haciéndose asimismo la pregunta de si acaso aquellas otras luces 

Sandra Martínez, Zaragoza, Marzo 2013

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