lunes, 28 de mayo de 2012

Mayo. Biblioteca en periodo de (otra) gente sentada en el suelo que dejan los asientos de quienes siguen tumbadoas

Ellas están con sabores que consiguen chicos; ellos, esprintando en un duelo al sol del más crudo western, entre ambas risas que impregnan una despreocupación que dará lugar, poco a poco –y debido a que la necesidad de vender, de salir vivo del tiroteo, acentúa aun más un individualismo que en su anarquismo solitario apenas sería una ola en sus tiempos mozos–, a un goteo atómico donde los únicos nexos de satisfacción personal forjarán una estructura que, vista desde lejos, nombrará un horror inenarrable en el que una boca sin muelas pero con caries seguirá masticando sin descanso para no perder la última gota de saliva manchada; creyendo aun así que su temblor viene provocado por la risa, puerta abierta pintada en un muro de contención, donde las lenguas más valientes, aquellas que amaron a sus abueloas conocidoas, bailarán entre bambalinas con la esperanza de llegar a ser flautas que engatusen a las serpientes en un movimiento que aquí se asemeja más al de una vuelta a casa por el sendero de la madrugada, camino disperso, renqueante y amnésico que entumece un cuerpo extraño a su propia epidermis, conteniendo el lloro de una existencia perdida que se debate entre el agujero interconectado por una superficie tan bella como el cabello, antes brillante, ahora muerto en el suelo, y el abrazo a otras generaciones, otros grupos, en los que su sonrisa abierta queda cortada por rasgos de ponzoña demasiado letal para alguien que ya solo puede amar en una paranoia que no sabe si fue causante de su propio aislamiento, nació entre unas amistades fraudes o se moldeó en los golpes de las miradas colectivas que pretendían pasar por un nuevo hogar fallido pues los huesos demasiado orgullosos por sus prematuras sequedades propiciaron el desfallecimiento de cimientos sólo dibujados en un papel retorcido y arrugado por el propio peso de la tinta que, tras muchas operaciones superficiales, nunca se llegó a borrar, como recordándome que el futuro es de esoas chavaloas cuya suspicacia hacia vidas como ésta no puedo culpar pues agotó su futuro en un presente que ya no se donde ni con quién se encuentra.

Sandra Martínez, Zaragoza, Mayo 2012




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