No es el ruido el que domestica
el silencio.
Ni la naturalidad del tiempo es
congelarse, pero aún así nos empeñamos. Luchamos contra el cronómetro, buscamos
una calma que no existe en ninguna parte y la clavamos en la esperanza. Una
esperanza en nuestras cabezas, en el incesante discurrir de momentos como un
absoluto al que aspiramos, con villanía y sin belleza.
No es el nervio el que busca
“ese” otro momento.
Nada, como las entrañas nerviosas
que te dicen que algo viene.
Ni hace un siglo se escribía como
se escribe ahora.
Pero las barrigas miden la
sensatez de nuestras inversiones. Esas barrigas que nos dicen, que la
naturalidad hay que buscarla en lo estable. En asentar las cosas, construir un
futuro, en arreglarte un mañana. Un aprender a intentar parar la rotación de la
tierra y encontrar la estabilidad en el camino a la tumba.
Nos pasamos toda la vida con un
proyecto de mente, como si eso fuera lo que hay que hacer. Desde que vienes al
mundo, te van amueblando la cabeza con sus ideas. Te construyen un camino
basado en lo que la mayoría dice, decía o decide. En lo que se supone que hay
que hacer. Empiezas en primaria y terminas una carrera. Un fotograma y la
película ha cambiado completamente. Piensas que eres dueño de lo que has hecho,
pero realmente: ¿Cuántas decisiones han sido tuyas? ¿Cuántos momentos has hecho
aquello que los demás pensaban que estaba “Bien”? ¿No habrás aprendido mucho
más de aquellos errores? ¿De todos los disgustos que te llevaste?
Ni bodas que se divorcian,
Ni amigos que son enemigos.
Ahora que no sobra el dinero, te
piden, más que nunca, que seas como ellos. Que aceptes sus decisiones y que te
construyas en su ejemplo. Alimenta tu barriga con la gula del trabajo. Revienta
de obesidad mórbida en una buena carrera, siendo exitoso. Alimenta tu panza con
el tiempo acumulado, conviértete en un hombre de provecho.
¿Provecho para quién?
Esos son los viejos tiempo,
Memorias que entre sueños se
escapan como aquellas ideas brillantes que tan solo lo sueños pueden atreverse
a cultivar y duran poco más que el parpadeo del instante antes de olvidarlas.
Ahora es tu tiempo,
Que tus errores sean tuyos,
Pues una mayoría no son tus
decisiones, no son tus errores, no son tus experiencias.
No dejes que aquellos que se han
alimentado bien, decidan tu dieta. Disfruta, cómete mil errores, aprende mil
lecciones. Nada es estático, todo se destruye. Porque al final lo que te
quedará es el camino que has seguido, el tuyo o el de ellos.
Sé tu
futuro.
Disfruta de tu camino.
Gabriel Jiménez Andreu, Berlin, 2011
No hay comentarios:
Publicar un comentario