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domingo, 31 de marzo de 2013
TERCER NÚMERO DE LA REVISTA
Aquí os dejamos el tercer número impreso de la revista. Desde este enlace podréis descargarla cuantas veces queráis.
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Una Nueva Escoria
miércoles, 16 de enero de 2013
Bolsas
Bolsas.
En realidad todo
se podría reducir a las bolsas. Como en American
Beuty, en una reflexión pseudo-profunda sobre el sentido de la vida.
Mientras una bolsa baila con el aire en medio de una grabación. En este texto
sólo se habla de bolsas, de sus bailes y sus obviedades, si alguien quiere
hacer alguna reflexión más profunda queda a su discreción.
La siguiente
asociación de ideas es simple. Sólo hay que pensar en bolsas.
Si el lector lee
la palabra que he escrito al final de la frase rápidamente hará una simple unión:
Navidad. Un salto entre la temática y es fácil imaginar por donde van a ir los
tiros. Es aún más simple hacer una crítica de eso, de consumo y en las
terribles personas que nos hemos convertido por transformar a un gordo de rojo
en consumismo puro y duro. Pero esto va de diseño, bueno y de bolsas.
Ese consumismo,
representado por las bolsas, es sintomático dentro del diseño que se ejerce hoy
en día. Tenemos una obsesión en llenar y vaciar bolsas [como en navidades], que
pasan a ser una especie de contador de lo que acontece, del éxito de lo
diseñado, nuestra valía para con la sociedad y representativo de nuestro
crecimiento personal como diseñadores.
No tanta gente
reflexiona sobre las bolsas, aunque por supuesto mucha lo haga sobre el consumismo
y aún más lo haga sobre las navidades y en navidades. Aquí tampoco vamos a
hablar bien del consumismo, pero lo haremos pensando en las bolsas y en
diseñadores.
Otras personas
hacen apología de un consumo y diseño diferente, más cercano parecido a la
artesanía propio de la pequeña empresa, que apuesta por un diseño de los
servicios y en un análisis del modelo de negocio. Sigue siendo consumo, pero es
uno que tiene su más firme defensor y exponente en algunos de esos emprendedores
de los que tan fácil es echar pestes [algo que me gusta mucho hacer]. Pero
estos diseñadores llenan sus bolsas con cierto componente nostálgico[1]
y basado en una mirada a una época en la que todo iba mejor. Una mirada que la
intenta emular atrasando o avanzando el tiempo con sus bolsas de tela, trabajos
que se asemejan a lo artesanal o esos embalajes tan cuidados y más en
navidades… Mientras seguimos pensando en bolsas.
Pero las fechas vuelven
a ser buenas para reflexionar sobre que tipo de diseño estamos produciendo
ahora que nos encontramos en esa otra época que va tras las navidades. Esa
misma que tras escribir la palabra es muy sencillo para el lector hacer un poco
de introspección y relacionarlo todo con el consumo: Rebajas. [O exámenes si
eres estudiante]. Las bolsas volverán a bailar delante de nosotros, con diferentes
dibujos, más detalles, distintos diseños.
Otra idea fácil
sería relacionar esos temas con un tercero que está muy en boca de todos. Ese
mismo que hace que hoy en día se nos llame a muchos generación perdida y que
nos sea casi imposible aspirar a algo parecido a un trabajo. No mencionaré el
elefante en la habitación, porque esto va de bolsas. Aunque ahora nos hagan
pagar las bolsas con la excusa de ser sostenibles, reutilicemos las bolsas y
todos tengamos un poco más de consciencia. El elefante al menos sirve para eso.
Bolsas que llevan
un más o menos un mes vaciándose, llenándose, siendo intercambiadas y
maltratadas. Diferentes manos hasta que han llegado a las adecuadas, las manos
de algún diseñador o diseñadora. Mes en el que los diseñadores hemos hecho alguno
de esos ejercicios en los que alardeamos de empatía y nos ponemos en el lugar
del consumidor y apuntamos cosas para diseñarlas. En el que pasamos cada minuto
reflexionando sobre posibles mejoras, cada segundo analizando las cosas,
anotando, pensando en el examen que representa la vida o en los exámenes que
tienen los estudiantes.
Sumando y
moviendo el contador de bolsas, midiéndonos en ellas.
Parece que sólo
somos capaces de pensar en un mundo en el que todo tiene que caber en bolsas.
Mientras el resultado es que muchas veces cuando diseñamos se nos olvida que
todo aquello que merece la pena no se vende, ni cabe en una bolsa.
Gabriel Jiménez Andreu, En algún lugar indeterminado lejos de allí, Enero 2013
[1] Esto no me lo he inventado yo: p.23,
Haaf, M., Dejad de lloriquear; Sobre una generación y sus problemas superfluos.
miércoles, 21 de noviembre de 2012
CONCURSANDO
Rojo, verde, amarillo. Todo colores chillones formando pedazos de una tarta que está a punto de empezar a girar. El concursante tira de una de las piezas dispuestas para eso. La ruleta da varias vueltas. Traquetea entre las mismas piezas, todas ellas metálicas, de manera que brillan con los focos al enfocarlas con la cámara. Mientras se ralentiza el rito el concursante obtiene: premiado, perdido, dobla las ganancias, rojo, negro, triple, perrito caliente, una lavadora.
El mass media nos tiene bastante acostumbrados a esa cosa que llama concursos. Otros muchos lo llamaríamos de otras maneras no tan positivas, pero ahí están. A todas horas y casi cualquier lado. Televisión, internet, periódicos, loterías, aplicaciones móviles y un largo etcétera. Existe esa multitud de engañabobos y entretenimientos que encontramos por ahí, desde el spam que promete iphones gratis hasta la ruleta nocturna que ahora se ha puesto de moda en las televisiones [hey, no me juzguen el insomnio te lleva a ver mucho eso y teletiendas, amén de películas extrañas], pasando por los ya típicos concursos de sms en los que puedes dejarte un pastón a cambio de recibir incesantes comunicados de que vas a ser el próximo afortunado. A veces también tienes la oportunidad de recibir otro iPhone, curiosamente siempre tiende a haber algo de Apple envuelto [La palabra conspiración resuena de fondo]. Frente a todos esos tenemos una cierta aversión, y es curioso cómo los percibimos, como un tipo de estafa en la cual vamos a perder dinero y tiempo.
Y ahí en frente tenemos por otro lado a los concursos de diseño.
Un tema que está más que manido y ya huele hasta a revulsivo pero en el que la gente sigue involucrándose aunque pase el tiempo. La interminable cantera de estudiantes, esos profesionales que lo hacen para matar el tiempo.
Toda esa gente que jamás invertiría un céntimo en intentar conseguir un iPhone gratuitamente [conspiración] en cambio invertirá horas de su tiempo profesional bajo la promesa de conseguir algo vano como son 3000€. Es decir invertirá más de un fin de semana de trabajo intenso, pongamos algo más de 9 horas durante tres días bajo la promesa de que “a lo mejor” consigue llevarse parte de ese pastel. Si tiene suerte y llega a la fase final puede que le den un premio de consolación [yo como nunca he ganado mucho suelo sentirme muy contento con estos últimos]. La misma persona que jamás haría el ridículo en un plató de televisión percibe como una oportunidad trabajar gratis bajo una falsa promesa.
Los mismos que nos venden los concursos bajo la oferta vana de ser plataformas para apoyar al novato, o a la persona que no tiene medios, luego tienen unas bases legales que leídas detenidamente llevan a uno a alzar las manos y proclamar algún grito sonoro de “NOOOOOO” en un plano contrapicado mientras te arrodillas. Ya sin entrar en el otro manido debate de las plataformas como Atriboo y similares de subasta de trabajo, que es otro de esos temas cantado hasta la saciedad y que ya yace inmanente en el subconsciente de mucha gente.
Todo con la excusa del buen rollo de la oportunidad de nuevo. Siempre está ese marco de fondo, parece que cuando eres diseñador tienes la palabra primo escrito en la frente y en lugar de autoemplearte o hacer cosas que te gusten a bajo presupuesto para alguien con la idea de presentarlo a premios y muestras [Esto hablado hace poco con un compañero en el contexto de que aquí por lo menos sabes que las reglas son simples, pagas presentas y te sales; son similares pero con un mayor margen de “profesionalidad”], en lugar de esas cosas los diseñadores decidimos concursar.
Tirar de la ruleta, probar suerte. Cuando muchos de nuestros trabajos valen más que todo eso.
Gabriel Jiménez Andreu, En algún lugar indeterminado lejos de allí, Noviembre 2012
miércoles, 7 de noviembre de 2012
REVISIONES
Miras el título y no está tan mal como recuerdas que estaba. El problema viene al abrir el contenido. Relees dos veces. Resulta casi imposible saltar de esa cháchara existencialista que te rodea. Mientras sorbes otro trago de esa bebida a la que te has aficionado últimamente un tipo se hace el importante en facebook. Vuelves a leer lo que habías escrito. La misma que queda reflejada en todos los papeles que acumulas por ahí, los mismos que paseas por las diferentes ciudades diciendo unas cosas en las que crees pero en las que nadie más suele creer. Piensas en una frase estúpida para intentar contrarrestar al tipo de facebook.
Borras un poco de aquí un poco de allá. Aceptas una frase que tenías escrita en tono existencialista. La dejas en el texto porque puede encajar en aquello de lo que quieres hablar.
“Escribir para huir de un diseño en una sociedad que atrapa.”
Bueno, la poesía tampoco te salvó la vida.
Todos lo saben aunque tú no lo cuentes. Precisamente llevas atrapado en un tipo de escritura y de sociedad que hace mucho que no salva vidas. Una sociedad en la que encuentras que la contradicción se presenta como la única forma de reafirmación personal. Cualquier otra cosa implica someterse a unos estándares que uno no solo no comparte, sino que desdeña y nunca quiso suyos.
Mientras tanto algún actor mediocre se va metiendo en política y de donde antes salían las tonterías que escribían otros ahora ya no sabes si es lo que piensa o siguen siendo las tonterías que escriben otros.
Asco de tipo. Piensas otra frase estúpida para contrarrestarle. Sonríes.
En otra hora ver las noticias se ha transformado en un acto obligado para mantenerte al día. Al igual que la canción que odias y no puedes parar de escuchar ha mutado en un acto tan repetitivo como depresivo. El autor espera que el lector tenga una de esas canciones en la cabeza en este momento para que pueda trazar cierto símil. Pon esa canción, escúchala detenidamente. Revisas otro texto, de los del primer tono. El último intento de acercarte a una forma de comunicación que intentaba impulsar un avance positivo dentro de este clima que parece que solo invita a lo negativo.
No recomiendo leer noticias ahora con la frase anterior en mente. Tampoco recomiendo pensar en el susodicho actor.
Cuando para romper con algo hay que juntarse, para huir de algo hay que luchar y vencerlo, y toda otra colección de contradicciones que adornan una indefinible definición personal: mediación de un caos ordenado o un orden caótico. Todo aquel que me lee puede pensar que estoy en cualquier otra parte. No se equivoca pero también estoy aquí.
“Ideas que no se pueden organizar sin que pierdan su sentido.”
Esta frase también pienso que habría que dejarla. Mientras borro el párrafo siguiente y escribo. Retomando aquello que se había tornado una obligación para no hacer aquello que se imponía como una norma del momento.
Transformando la ya típica seriedad y drama en otra forma de contradicción en donde lo absurdo rompe con ese tono de manifiesto que ya tanto huele ha usado y la poesía deja pie a algo que va más allá de la rebeldía. Cansado de esos señores (suelen ser señores casi siempre) que hablan sin decir nada, decides decir algo sin hablar.
Escribir se transforma en esas intentonas de huida. Torpes como tú. Sin destino, vagabundo y errante, conociéndome en el desconocimientos de no saberse. Enredando las palabras para perder el sentido de los temas ensayados.
Cuando no hay mejor frase para terminar que la que estás pensando.
Gabriel Jiménez Andreu, En algún lugar indeterminado cerca de aquí, Noviembre 2012
martes, 19 de junio de 2012
RETO DE LA SEMANA 02
Reto de Gabriel Jiménez
Situación:
Tu madre se va haciendo mayor y cada vez resultan más difíciles tareas que antes parecían fáciles. Ella jamás lo admitirá pero hay ciertas cosas rutinarias que pueden llegar a resultar peligrosas. Una de ellas es cambiar las cortinas, que por supuesto es una cosa que hay que hace regularme y tú no eres capaz de hacer exacta y precisamente como tiene que ser. Por mucho que ella se empeñe el equilibrio le falla algunas veces y dejar que se suba a una escalera a cierta altura, manipule las mismas y vuelva a bajar es cuanto menos curioso por no decir que puede tener un resultado grave.
Mi reto es el siguiente: ¿Cómo conseguir cambiar las cortinas de casa sin tener que subir o subirse a ciertas alturas? Evidentemente sin desgraciar a nadie en el intento
(Tenéis una foto de las susodichas cortinas más abajo)
Restricciones:
- Mi madre tiene que ser capaz de hacerlo.
- Hay una restricción de 5€ de presupuesto. Aunque parezca ilógico, para una persona mayor es mucho más viable (por razones que ahora mismo me es imposible entender) poner en peligro su integridad física que gastarse más de 5€
- Mi madre tiene que ser capaz de hacerlo (II): Esto quiere decir que si hay que construir algo tiene que ser perfectamente viable para una persona con escasa habilidad para las tareas a las que estamos acostumbrados nosotros.
Seréis capaces de idear algo que solucione semejante problema…
jueves, 22 de marzo de 2012
Sueños
Escribes con sentimiento.
Las cosas hay que hacerlas con
sentimiento.
Sin palabrería, sin florituras,
sinceridad cruda, brutal, visceral, salida de dentro. Una autopsia de la
realidad para trabajar tus sueños. Ahí donde buscas el sentimiento, entre
noches sin sueño ni descanso.
Revisas los papeles. Dentro y
fuera de ti.
No hay deber donde abunda el sentimiento.
Lo haces porque quieres, te lo pide el cuerpo. Algo que entretiene hasta el
dolor. Escuchas palabras sobre levantarte por las mañanas, sin excesos, sin
jaquecas, te lo enseñan en la escuela: “está bien”. Aquello lo desechas para
elegir lo que te mantiene en vela, en los límites de una salud que no es para
ti buscas algo olvidado y a otros les cuesta recordar.
Luchas por un sueño, algo que no
existe para los demás.
Atascado en algo que llevas tanto
tiempo haciendo que te cuesta una eternidad volverlo hacer. Lo dejas todos los
días y no hay noche que no lo cojas otra vez. Vuelta a empezar, desde el cero
absoluto. Nada de lo anterior te satisface.
Tachones.
Ideas. Palabras. Abstracciones.
Buscas un lugar donde nada y
siempre son lo mismo. Imposibles, lo escuchas en todas partes. Deberías ser
realista, estudiar más, buscar un buen trabajo, lavarte los dientes, llevar pijama,
fundar una familia. Te invitan a que lo dejes todo, seas más como ellos,
sonrías más “que ya te están saliendo arrugas de tanto fruncir el ceño”.
Amalgamas de consejos que suenan en los telediarios y lees en los periódicos.
Tonterías.
Borrones.
Te escribes a cada palabra que
describes.
No lo puedes evitar, es tu forma
de ser.
Es curioso lo mucho que cambia
uno a lo largo del tiempo, la sinceridad contestada y encontrada. Perderse para
acabar siempre en los mismos lugares. Miradas con perspectiva a una vida llena
de sueños e ilusiones que desemboca por arte de magia en ti. Tiempos que son
aquello que haces mal para unos estándares que no son los tuyos. Llenando de
sonrisas las mañanas, al despertar, no al dormir.
Te da igual lo que digan, es
inútil su charla.
Por más frases que escribas
suenas a ti mismo.
No puedes llevar esos zapatos. Aprietan.
Sientes la necesidad de andar descalzo. La vida te va enseñando que no hay que
encajar para ser feliz. Te intentan seducir con un dinero que has aprendido a
no necesitar, pues nunca lo tuviste. Fuiste pobre en sus términos, rico en los
tuyos.
El dolor desaparece dejando solo
lugar a la satisfacción.
Algunos somos soñadores adictos a
la naturalidad del dolor al despertar. No somos los que llevan “business”
pijamas, se lavan los dientes, madrugan para ir al trabajo… Nadie debería estar
privado de ese dolor que ayuda a que las cosas se queden dentro de ti.
Sirviendo de veneno que no mata pero infecta de una curiosidad por llegar.
Sentimiento que muchos aún
quieren conocer.
Para volver a no dormir.
Para volver a soñar.
Gabriel Jiménez Andreu, Zaragoza, Marzo 2012
domingo, 5 de febrero de 2012
Líneas
Piensas en ideas brillantes que
tan solo los sueños te podían ofrecer. Como ya habías escrito antes en otra
parte en el mismo lugar. Duraba un parpadeo a ritmo de fotogramas. Películas
que te habían contado, trabajado duro y reafirmado en ti. Trazabas una línea
que pensabas que había que seguir.
Estabas perdido en un lugar en tu
mente.
Colecciona tus tachones en
libretas revueltas.
Un ir y venir que no llega a
ninguna parte.
Pensabas en otras cosas,
aspirabas y soñabas. Tantas veces te habían repetido que había que ser el mejor
que casi no sabías pensar otra cosa. Un monótono tema del venir que no llevaba
a ninguna parte. Pensabas que pensabas.
Ahora sonríes.
A ratos escribes en papeles que
nadie lee.
Tratando de romperte entre el
valor de la cabeza de un gato. Definiendo lo parcial para perderte en lo
imparcial. Encuentras cosas para recrearte en lo que los otros ven como estar fuera del camino. Hallar el valor de la
vida en la sonrisa callada cuando todos hablan de caídas pero nadie te dice que
puedes levantarte.
Como tostadas untadas en
mermelada en tu almuerzo, de repente paras de enloquecer para mirar hacia la
cordura con un poco de nostalgia.
Cometes una estupidez, sabiendo
que lo es.
Seguir adelante con paso firme,
sabes que alguien ya lo ha dicho antes. Aprendiendo de tu error al hacerlo tuyo.
Los demás no te dirán que lo hagas, nadie te dirá que te escuches. Todos
pedirán que escuches lo que te dicen, no leas lo que te escriben, no dejes que
mis negativas sean las tuyas.
A veces debes preferir los
moratones a las rodilleras, señales de valor y no de seguridad.
Ahora sonríes.
Cierras los ojos para escuchar la
música que suena y no leer.
Ese ruido del que habla el
silencio, mientras te echan para abajo unas ideas que intentas hacer tuyas a
base de no pocas negaciones. Vuelves a negarte a rendirte. Actuando con la
testarudez de la juventud para encontrar la perspectiva de la experiencia.
Un error, otra lección.
Vives con la causa que es tuya,
que te deja a los resultados de las leyes de tu vida. No ser un valiente pero
no un temeroso. Alguien que va haciendo su vida en los lugares que visitas
entre guiños. Parando a disfrutar cuando encuentras algo que da miedo.
Transformándote al escribirte en tus notas.
Ahora caminas.
Siempre tropiezas.
Sabes que no hay que saber lo que
te habían enseñado. No olvidas sino aprender a no saber nada. Miras hacía la
cordura para volver a la locura de luchar. Siempre un poco más. Otra vez más.
Leyendo entre líneas, para
encontrarte escribiendo tu discurso.
Gabriel Jiménez Andreu, En ruta, 2012
lunes, 16 de enero de 2012
Ruido
La voz se escapa entre las líneas.
Voces que deberían hablar de algo se encuentran ocupadas en callar. Las hemos ocupado en no hablar de aquello que no se quiere escuchar. Aquellas voces que querían vivir la vida en lugar de ganársela. Voces que leían entre las líneas en lugar de huir de aquellas bocas que callan.
Vergüenzas que se avergüenzan.
Hombres calvos que solo tienen que pasarse el peine a la cartera. Carteras que dictan discursos desde dentro de párrafos que se encuentran escritos por todas partes. Escritos con tinta de capricho y de supervivencia allá donde los ojos puedan leer. Para que sea menester de todos leerlos y aspirarlos.
Primeras planas a todas horas.
Excesos de trabajo que exudan plusvalías.
Discursos que escuchados justifican lo injustificable, cualquier modo vale te repiten. Sálvese quien pueda, hasta machacarte la ilusión. Parafernalias en las que se perdieron las entrañas de la voz.
Escritos que trabajan desde el cinismo monetario. Defensores de una razón que suprime el pensar y devasta la esperanza y lo convierte en paramos de trabajo. Donde sembrar pensamientos que huelen a verdad. Los mismos que te llamaran pornógrafo por creer en lo que haces, serán los que no dudarán en engañar a sus parejas. Las agallas del valor y la vida real las disolvieron en esas tintas que promulgan un silencio sempiterno.
Silencio que no tolera emociones ni heroísmos.
¿Vas a creerte ese silencio?
Levanta las cejas de incredulidad.
Alza esa voz que se te ha olvidado que puedes tener.
Una voz que no cree en los guardianes de la verdad. Que encuentra anatemas esos discursos.
Voces que no habitan en ningún lugar concreto, pero que se atreven a huir de la esclavitud de esos discursos atreviéndose a denunciarlos. Que se atreven a fallar, que buscan encontrarse a sí mismas, que disfrutan de sus raíces, voces que tienen principios, voces que ríen a carcajadas, y que se atreven a pelear.
Esas voces torpes, como solo el contexto y la sinceridad saben serlo.
No es el ruido el que domestica el silencio. Porque al final son las palabras que dices las que se oyen. No dejes que sea su silencio el que se apodere de ti. Las masas ruidosas son peligrosas para los que perdieron el pelo en sus estreses. Más peligrosas para todos son las muchedumbres silenciosas que defienden el silencio de otros.
Hace falta muy poco para romper el silencio.
Tan sólo una voz.
La que se te ha olvidado que tienes. La que han intentado domesticar a base de “bien” de dogmas y trabajo duro. Acallada a través de tantas promesas para que ese silencio que tanto trabajo les ha costado construir, no lo puedas destruir.
Te intentarán tirar al suelo.
Que no puedan impedir que te levantes.
No dejes que te callen.
Gabriel Jiménez Andreu, Zaragoza, 2012
viernes, 9 de diciembre de 2011
Estaticidad
No es el ruido el que domestica
el silencio.
Ni la naturalidad del tiempo es
congelarse, pero aún así nos empeñamos. Luchamos contra el cronómetro, buscamos
una calma que no existe en ninguna parte y la clavamos en la esperanza. Una
esperanza en nuestras cabezas, en el incesante discurrir de momentos como un
absoluto al que aspiramos, con villanía y sin belleza.
No es el nervio el que busca
“ese” otro momento.
Nada, como las entrañas nerviosas
que te dicen que algo viene.
Ni hace un siglo se escribía como
se escribe ahora.
Pero las barrigas miden la
sensatez de nuestras inversiones. Esas barrigas que nos dicen, que la
naturalidad hay que buscarla en lo estable. En asentar las cosas, construir un
futuro, en arreglarte un mañana. Un aprender a intentar parar la rotación de la
tierra y encontrar la estabilidad en el camino a la tumba.
Nos pasamos toda la vida con un
proyecto de mente, como si eso fuera lo que hay que hacer. Desde que vienes al
mundo, te van amueblando la cabeza con sus ideas. Te construyen un camino
basado en lo que la mayoría dice, decía o decide. En lo que se supone que hay
que hacer. Empiezas en primaria y terminas una carrera. Un fotograma y la
película ha cambiado completamente. Piensas que eres dueño de lo que has hecho,
pero realmente: ¿Cuántas decisiones han sido tuyas? ¿Cuántos momentos has hecho
aquello que los demás pensaban que estaba “Bien”? ¿No habrás aprendido mucho
más de aquellos errores? ¿De todos los disgustos que te llevaste?
Ni bodas que se divorcian,
Ni amigos que son enemigos.
Ahora que no sobra el dinero, te
piden, más que nunca, que seas como ellos. Que aceptes sus decisiones y que te
construyas en su ejemplo. Alimenta tu barriga con la gula del trabajo. Revienta
de obesidad mórbida en una buena carrera, siendo exitoso. Alimenta tu panza con
el tiempo acumulado, conviértete en un hombre de provecho.
¿Provecho para quién?
Esos son los viejos tiempo,
Memorias que entre sueños se
escapan como aquellas ideas brillantes que tan solo lo sueños pueden atreverse
a cultivar y duran poco más que el parpadeo del instante antes de olvidarlas.
Ahora es tu tiempo,
Que tus errores sean tuyos,
Pues una mayoría no son tus
decisiones, no son tus errores, no son tus experiencias.
No dejes que aquellos que se han
alimentado bien, decidan tu dieta. Disfruta, cómete mil errores, aprende mil
lecciones. Nada es estático, todo se destruye. Porque al final lo que te
quedará es el camino que has seguido, el tuyo o el de ellos.
Sé tu
futuro.
Disfruta de tu camino.
Gabriel Jiménez Andreu, Berlin, 2011
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